Histeria o el horror cotidiano

Posteado por: Diario Macabro
07/04/2017

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Por Pablo Rendón (@pagusrendon)

«Mis héroes son perdedores porque están derrotados por anticipado, lo que constituye uno de los elementos primordiales de la verdadera tragedia», declaraba Sam Peckinpah a propósito del estreno de su película La balada del desierto (1970). El cineasta mexicano Carlos Meléndez (Mejor Director Macabro XV), parece haber partido de esta premisa para realizar su más reciente trabajo, Histeria, cinta que formó parte de la Selección de Macabro: Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México en su más reciente edición.

Federico Anduaga se dedica a la arquitectura y es, además, una suerte de punching bag de carne y hueso. Las tribulaciones de nuestro protagonista —que pareciera salido de algún cuento de Raymond Carver— se verán acrecentadas ante una serie de sucesos que solo podrán ser atribuidos a su mala suerte: un matrimonio con el que no se siente a gusto, una casa nueva pero impagable, unos vecinos muy molestos, un padre enfermo, un vástago en camino, un escándalo de desvío de recursos en la constructora para la que trabaja, entre otras desventuras. Durante ochenta minutos seremos testigos del martirio de un hombre cuya paciencia es llevada al límite —otro guiño a la obra de Peckinpah, Perros de paja (1971)—, ¿pero hasta dónde estará dispuesto a aguantar?

Existe una frase atribuida a Alfred Hitchcock: «Imagínese a un hombre sentado en el sofá favorito de su casa. Debajo tiene una bomba a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe. Esto es el suspense». En Histeria ocurre finalmente lo previsto, el efecto olla exprés: algo hace crac en la cabeza de Federico y ya nada vuelve a ser igual. Lo que sucede después de este punto de no-retorno habrá de descubrirlo la audiencia frente a la pantalla. Y es que, si bien Histeria es una cinta de suspense, lo es aún más de un género que habría que acuñar: el horror cotidiano.

El horror cotidiano surge en pequeñas dosis durante los embotellamientos, manifestaciones, escándalos y otros entreactos del ir y venir chilango, y bien podría enloquecer al más cuerdo y civilizado de los hombres. Sumémosle a esto el constante bombardeo mediático que enaltece la violencia —el asesinato como obra de arte-constante, un acto que haría sentir asco al mismísimo Thomas De Quincey—, al que estamos expuestos día con día. Se trata, incluso, del miedo que conlleva la responsabilidad de ser el sustento de una familia porque así lo ha establecido la sociedad.

Podemos encontrar la semilla de Histeria en After School (2014), cinta que co-dirigió Meléndez con Mauricio Mendoza, en donde un joven estudiante que, ante el hostigamiento que le produce la adversidad, decide tomar las riendas —o las armas, según se vea— de su propia vida, asumiendo todo costo. En Histeria, Meléndez se apoya en la pluma del también cineasta mexicano Gabriel Reyes para realizar el guion. Es sabido —como lo demuestra la polémica y multipremiada Heli (2013), co-escrita con Amat Escalante—, que Reyes aborda el tema de la violencia en nuestro país con una minuciosidad que raya en lo ensayístico. Este ejercicio de composición fílmica a cuatro manos dota a la cinta de Meléndez de una oscuridad inherente que la hace entrañable.

Resulta inevitable que el espectador se  sienta identificado con Federico Anduaga en algún momento de la cinta. ¿Por qué? Pues porque en una urbe tan caótica como la Ciudad de México el horror no llama a la puerta, sino que toca el claxon mentándonos la madre para que avancemos. Histeria cuenta con un elenco de primera línea entre los que destacan Héctor Kotsifakis, Sharon Zundel, Noé Hernández y Fernando Becerril. Luego de su paso por distintos festivales, finalmente podrá ser vista en las salas de cine, a partir de este 21 de abril, distribuida por LATAM Pictures.

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